"La imaginación está hecha de convenciones de la memoria. Si yo no tuviera memoria no podría imaginar". Jorge Luis Borges

miércoles, 2 de octubre de 2013

La última violeta

La última violeta
Un boceto de Roque Vega
La cadencia del bandoneón trasnocha tangos. El humo desluce las pesadas cortinas del palco de la orquesta, presagiando la mañana.
Muchos, intentan retener la gastada magia  del lugar bebiendo el último resto de soledad.
Olga, se acerca  simulando una sonrisa, entrega el ramo de violetas.
La mujer lo toma. Abraza a su compañero agradeciendo la gentileza.
Quien, sin  levantar la vista, deja varias monedas sobre la mesa.
Agradece tomando el dinero, se retira hacia el fondo del salón.
-¡Violetas, Violetas señor   para una bella dama! 
Andrés, entre besos y caricias, solo vio las manos de la mujer  tomando el dinero. La observa alejarse, perdiéndose finalmente entre groseros gritos, humo y risas.
-¡Otra copa! Dice su amiga sin dejar de besarlo.
Este mira hacia la puerta, bebe el champán fantaseando la caricia del recuerdo.
Es madrugada, el frío lo obliga a levantar el cuello del sobretodo. Noche a noche en su cotidiano y  vacío regreso la vida queda atrás. Hoy al igual que ayer, busca su esquina ¡La de aquel tiempo! ¡Necesita apoyar el cansancio!
-¿La viste? ¡Es un minón!  ¡La rubia, esa,  la del portón!
¡Si!  ¡Te lo dije ayer flaco!
¡Un minón, a la tarde, sale a la tarde! ¡Que mina!
Limpia las rodillas y el pantalón cubiertos de tierra. Debajo el brazo trae la pelota.
Dos pasos más atrás, dejando el baldío y olvidando el gol o tal vez ese que no fue penal, Chaco y el tano  murmuran  sobre el rayo de sol  que enmarca el rostro de la piba.
Andrés, calla haciendo una mueca que simula risa.
-¡Me lo dijo Carlos, se mudó hace unos días! ¡Es medio engrupida, no chamuya con nadie!
-¡Cache en dié, Rulo!  ¿Mañana a qué hora? ¡Los cosos esos juegan bien!
¡Tengo que decirle a la vieja, que me deje llagar más tarde!
-¡El sábado, tano! ¡El sábado la fiesta, el baile en lo del Oscar! ¡Él lo armó!
-¡Invitó a la rubia! ¡La hermana hizo el puente!¡Olga se llama!  ¡No sé!
¡Dice que va! ¡Que mina la rubia! Andrés asiente sin hacer gesto alguno.
Se desdibuja la esquina en la tenue luz del farol.
Llovizna.
Por un instante apoya el recuerdo sobre el viejo paredón, hundiéndose en el cielo de su adolescencia.
-¡Que joda si no aprobás!
¡Estudiá, no seas bola, metele estos días!
-¡Cacho, el lío que se te arma, es una tontera esa materia, dale apurá, sino mirá, si tu viejo se embronca… ¡Estudiá bola que nos jodés el viaje!
La lluviosa madrugada refleja sus muchas vidas junto al cordón ¡La Fiesta, el baile, el viaje de egresados. La magia del verano!
Recuerda el día que llegó,  la vio apoyada al portón, regresaba del baldío con los muchachos. El último rayo de sol se posó sobre sus trenzas iluminando la primaveral tarde.
¡Ahora, la llovizna apoya su recuerdo sobre el callejón, y no sabe, no sabe si están todas las cosas!
¡Sí, recuerda la culpa! ¡La prisa! ¡El mentido castillo de arena!
El lluvioso amanecer se le hace tiempo en la espera. Diagonales  de la vida le juegan  espejismos. 
¡Escondidos abrazos, caricias besos y risa! ¡Esa, es la risa que se le hizo historia! ¡Historia sin estrenar y el oro de la tarde sobre sus largas trenzas!
La llovizna ensordina la lenta memoria del tiempo.
Posa la mirada sobre la cortada que da al baldío.
La sombra de la mujer se acerca hasta rozar el portón.
Le  sonríe al igual que aquella tarde, cuando hablaron por primera vez.
Se acerca. Acariciando su corto y encanecido cabello dice:
-¡Andrés… junto a este portón aun quema la agitada respiración!
¡Ahora! ¡Noche a noche, cada copa nos lleva al abismo del olvido!
¡Fue aquí! ¿Recordás?
¡Ahora, junto a este portón viven mi sombra y tu ausencia!
   ¡Resguardo  entre las manos, mi corazón apenas estrenado y el verano tu adolescencia!
Sonríe al descubrir la última y perdida violeta en la diminuta canasta.
 Sus envejecidas manos la toman, llevándola a la solapa del sobretodo de Andrés.
Mirándolo fijamente, le dice:
-¡La copa está vacía! ¡No, no  temas, ambos estamos a un costado del tiempo!
¡No temas por la flor!  ¡Eso, eso  fue hace muchos atardeceres!
¡Te vi! ¡Tu amiga reía! ¡Reía y bebía! ¡Ella también al igual que yo,  te ofrece lo que jamás tuvo!
¡No! ¡Te estoy  mintiendo! ¡Es culpa del cansancio, la madrugada- ¡Porque yo! - ¡Yo roce el amor!  Al juntar nuestros labios!
¡Fue allá! ¡Aroma a cedrón y ese cachito de luna iluminando el portón….!
¡Ahora, se nos curtió el rostro  por dispares y frías madrugadas….!
¡Cada noche rebuscamos hasta encontrar el olvido, mis quince y tu adolescencia!
¡A vos te lo di, fue una ofrenda! ¡Los demás, los demás besos solo los presté como fugaz abrigo al filo del amanecer!
Llovizna sobre vacías veredas. Olvidadas citas se recuestan en la sombra.
El beso largo. El secreto amor en un paisaje sin tiempo.
-¡Mis manos aun presienten tu rostro!
¡Ahora, ahora  acarician frías monedas en un gastado bolsillo de sacón!
¡Aquella madrugada, nos llevó la lluvia!

¡La absurda despedida, mi inmadurez, tu cobardía y mis ganas de luchar!
Gime el bandoneón, las parejas danzan, alcohol, humo y risas
-Acercate, vení  ¡Soy yo! ¡La vieja violetera…!
¡Acercate Andrés! ¡No temas!  ¡Dejame rozar tus manos!
¡Esta noche, la vieja Olga tiene un corazón a punto de estrenar! ¡Es que nuestro olvido fue previo al comienzo!  
¡La lluvia se llevó todo! ¡Casi no recordamos que en nuestro abrazo se aferró la vida!
¡Con que celo guardaste el secreto! ¡Con infinita vergüenza negaste nuestro amor! ¡Nadie lo supo!
¡Nunca más volví a saber de vos! 
¡Cuanto añoso viento sobre esta esquina! ¡Cuanta lluvia sobre ese portón!
¡Es que muchas veces, Andrés,  algo nos detiene obligándonos a mirar hacia atrás!
¡Entonces, nuevamente entramos a ese tiempo sin después!
-¿Violetas, violetas señor? ¡Un delicado ramito para su hermosa dama!
Él no la mira. Riendo, esconde el rostro sobre pecho de la circunstancial amiga.
¡Claro que lo reconoció! ¡Por supuesto, sabe que es él!
El eco de la ausencia gime entre  el trasnochado fueye y las monedas recién levantadas de la mesa…
Aunque no quiere gira. Los ve besarse. Posa sus ojos  sobre la brumosa calle del pasado, allá, donde se silencia el tiempo ¡Recuerda los encuentros, su risa, los besos, el fuego de sus brazos y la vida que nacía!
¡Muchas veces distrae el pensamiento, evitando  cruzar esa esquina!
Sobre el monótono chirrear del tranvía, cuentas las monedas ganadas.
¡Recuerda, por supuesto, recuerda  la voz de Andrés subido a su adolescencia jurando que la amaba!
¡Después el adiós, la huida. Matar el sueño, luego las miles de noches sin las trenzas! ¡Sus noches de copas, risas, abrazos, señores y más señores, a quienes mentirle lo que le faltó!
Desciende del tranvía, calle a calle la bruma de la madrugada enciende la imagen de una esquina. Cuando abrazados le decía:- ¡Sos mía! ¡Mía por siempre! ¡Olga! ¡Olga la de las trenzas doradas de sol!
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