Boceto de Roque Vega
El andén
Roque
Vega
Las sombras del patio le cuentan a la tarde; ya recostada
sobre la enredadera, que él aun la extraña. No le importa cuanto le dijeron ni
cuantas noches pasaron, y menos aun las veces que el viento golpeó las ventanas
del recuerdo.
Es la hora, prepara la mesa, coloca dos platos, las copas
y la fuentecita con el pan.
Hace tiempo que la espera se le hace sombra junto al
jazminero. Luego, cuando se enciende la luna, gime el bandoneón; entonces, en
la penumbra de su escritorio busca la carta
¡Seguro, ella la envió explicándole….! ¡Seguro en esas líneas le cuenta
el porque! Sonríe, sabe que él es así,
distraído ¡Quizás no vio la carta…! ¡Se
le traspapeló… y continúa sin respuesta, esperando el tren de las siete!
¡Muchas veces los muchachos le advirtieron! ¡Y otras
tantas se lo dijo Juan! ¡Tal vez supo
que le mintieron los besos, y por eso calló!
-¡El Pancho! ¡Si, los sábados Eduardo engalanaba el
boliche, corría las mesas, armaba la milonga…! ¡Íbamos todos, era día de
fiesta! ¡Copas, risas, cigarro y baile!
¡Pucha, está fría la tarde…! ¡Golpea el viento y allá,
hacia el fondo de la calle, las luces iluminan extrañas esquinas!
Acelera el paso, Almafuerte, Ameghino y directo a la
estación. Levanta el cuello del saco.
Todas las noches regresa; cree que el pasado mira hacia el
futuro…
-¡Vivamos intensamente esto! ¡No preguntes ¿Cuánto
durará?! ¡Qué importa cuánto! ¡Un día no seré…..subiré al tren y me iré con la
tarde…!
¡Si, ella lo repitió cada amanecer!
Los charcos sobre el andén reflejan la estática estación.
Baja la barrera.
-¡Regresa! ¡Hoy regresa! Se repite una y otra vez.
El silbido del tren se
confunde con las imágenes del boliche. Recién llegado a San Nicolás, un
extraño con toda la vida por estrenar… La alegría del trabajo, los amigos, aquellos mangos, la
piecita que doña Susy le alquiló.
Fue en el Pancho, recuerda el rincón de la primera cita ¡Era un pibe! ¡Su primer beso, esa tan íntima sensación del
hombre frente a la vida!
A lo lejos bandoneón y tren.
-¡Seguro, está ansiosa junto a la puerta, bajará
buscándome, dirá mi nombre! ¡Si, esta noche si!
Changarín, pito, humo. Fija la vista; la mortecina luz
refleja desconocidos rostros pasando
lentamente a través de los cristales.
El lejano silbido junto al hilo de humo se pierden rumbo al
silencio.
Nuevamente el andén y él.
Cruza el terraplén con las manos en los bolsillos
apretando olvidos. El viento balancea el farol de la esquina. Calles desiertas, luces que se apagan,
silencio. El frío azota su rostro. Apura el paso.
¡Sonríe con broca
reprochándose una vez más! ¡Seguro! ¡Si, soy un distraído! ¡Seguro, se
me traspapeló la carta!
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