"La imaginación está hecha de convenciones de la memoria. Si yo no tuviera memoria no podría imaginar". Jorge Luis Borges

sábado, 6 de enero de 2018

Azul y oro


Boceto de Roque Vega 

Azul y oro

A mi viejo  Don Miguel Vicente
Bostero de alma.

El último rayo de sol adormece la tarde.
Acelero el coche. Brown hasta Pedro de Mendoza, hundiéndome en el paisaje que abarca mi otro tiempo.
Plazoleta de los suspiros, el mástil.  Imágenes  y recuerdos giran en el trasnochado paisaje.  El viejo bar La Perla. Necesito re-traer el barrio en el sabor del café.
Regreso cargado de éxitos, muchos mundos y vidas simultaneas. Salones y teatros me agasajaron. Premios  y reconocimientos; vágatelas con las cuales se ufana el ego.
El canto de los muchachos rumbo a la cancha me remite al pasado.
Son cantos conocidos. Suenan afuera y adentro de mi mente. Esas canciones las plasmaron  mis pinceles cientos de veces.
Dejo el dinero sobre la mesa. Salgo. Los pasos me llevan a esquinas aprehendidas  en el alma  y plasmada  en cada línea de de mis cuentos.
Me detengo frente a una antigua casa  ¡Silencio! ¡Solo silencio!
Cruzo la vieja estación metiéndome por caminito. Vuelta de Rocha, la plazoleta, sonrío al recordar la lejana mañana de Junio; cuando frente a ese mástil  juré la bandera.
El mismo lugar que el Nono, tantas veces me llevó de pibe. Contándome anécdotas de su Italia natal.
-¡Roque, no ha sido fácil…! ¡Llegamos aquí para fines del verano, una mañana de marzo, tu padre era pequeño… sobre ese lado atracó el vapor!
Una y otra vez  lo contó  con la misma nostalgia, el mismo entusiasmo.
Cruzo frente a la escuela…
-¡Dale! ¿Roque, no jugás? Me grita Cacho.
-¡No! Voy del maestro, hoy tengo dibujo. Así me excuso una y otra vez.
-¡Dale Roque, un picadito!
-¿Ché, el domingo vamos a la cancha, Venís? Pregunta Rulo.
Borrosas esquinas del recuerdo cruzan mi mente.
-¿Y, Roque? ¡Que te dijo Analía? ¿Te da o no bola?
- ¡Sí! ¡El sábado vamos al parque!
Como en mis bocetos, la mente recorre  la tarde del verano y el largo beso  camino al Lezama. 

Dos pibes caminan discutiendo si este o tal vez el otro y que el árbitro no sabe nada. Los  aufóricos  cantos que llegan de la cancha, es el detonante:
¡Roque Acompañame! ¡Dale! Ahora nos vamos a la cancha, y después hijo, te llevo a comer una pizza, vamos!  ¡Dale, acompañame!
El viejo me lo pidió domingo tras domingo ¡No, no fui! ¡Nunca lo acompañé y ahora ya no puedo!... La insolencia de la juventud, el tonto capricho de un adolescente rebelde.  Absurdo capricho confundido con carácter firme.
Voy al encuentro de mi amigo y su hijo. Vamos a la cancha.
-¡Roque, levantate! ¡La mesa está servida! Golpea nuevamente el recuerdo.
Como todos los domingos, me veo sentado a la mesa casi dormido.
Se almorzaba temprano  en casa; mi papá ya estaba preparado para el partido. Sobre el respaldo de la silla dejaba la campera de gamuza. Tenía cuello y puños tejidos, y la gorra, sí, el viejo usaba gorra para la cancha.
Fue la época que se jugaba los domingos por tarde, cuando el barrio flotaba en el sonido del partido, cuando el futbol era una fiesta.
La voz del viejo en mi memoria:
Roque ¡No sabés la emoción! ¡El pibe de oro! ¡El Lazatti, no sabés como jugaba! ¡La época de Tesorieri, de Cherro! Yo era un muchacho… Me hubieses visto la tarde del boina Severino. Fuimos con la toda la barra. Yo estaba de novio con tu madre, cuando el glorioso gol, la histórica línea con Lombardo, Mouriño y Pescia.
¡Roque, cuando vos naciste debutaba el Rata!
No quise recordar más.
¡Sabés viejo! ¡Ayer, ayer por la tarde estuve en la cancha! Fui con mi amigo y su hijo.
Te tengo que inventar, ya sé que ahora te tengo que inventar para sentarnos frente a frente en aquel patio que ya no existe,  y contarte que me palpitaba el cuore ¡Me palpitaba, cuando los vi salir de la manga!
¡Después! ¡Después cuando estaban en el centro  de la cancha lo supe viejo ¡Por primera vez supe como brilla el azul y oro!

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