Boceto de
Roque Vega
EL PORTÓN DE LAS GLICINAS
En el
viejo conventillo de la calle Palos, a través de la amarillenta cortina
tejida al crochet se filtra el sol. Amelia, distrae su labor posando la
vista sobre los extraños arabescos que este deja sobre el piso.
Andrés cruza el patio hacia su pieza: - ¡Me voy a jugar!
¡Vieja, agarro el bolso y me voy! Dice al pasar.
-¡Andrés! ¿Te vas sin comer? ¡Te hago una taza de
leche!
-¡Gracias, estoy apurado! Responde desde su pieza.
-¡Como quieras! … ¡No me cuesta nada preparar la leche!
¡Es un minuto!
-Gracias no se preocupe! ¡Con Ricardo siempre
picamos algo antes de ir a laburar!
Amelia sonríe: ¡Este Andrés! ¡Esa pelota! Retoma su
labor.
Aguja arriba, agua abajo.
Recuerda la noche que Andrés llegó al conventillo.
El gringo Vicente lo trajo, estaba acurrucado a la puerta
del bodegón:
-¡Doña Amelia! ¡Doña Amelia! ¡Hay que llamar al médico.
Tenía a Andrés entre sus brazos apretándolo contra el pecho en el
intento de frenar el temblor del chico.
Aguja arriba, aguja abajo
esa noche lluvia, viento, y frío.
-¡Congestión! Diagnosticó el médico al retirarse. Deben
darle estos medicamentos.
La Luppe los sacó del apuro. Regresaba del laburo. Traía
algo de guita, y así, con brillos y lentejuelas, fue con Vicente a la farmacia.
Aguja arriba, aguja abajo.
Sonríe al recordar su pregunta: -¡Che, pibe ¿Cuántos años tenés?
-¡Once! Creo ¡Así dice la doña donde duermo! ¡La cosa
esa, contando con los dedos dice que saca cuentas y le da once! ¿Qué sé
yo!
Aguja arriba, aguja abajo.
El enorme conventillo vacio, poco a poco se fueron todos.
Solo Andrés y ella en la anchura de los patios.
Primero fue la Luppe ¡Tuvo suerte! Entre tango y
tango encontró el hombre que la llevó para sus pagos.
¡José y Damiana regresaron a su provincia.
Luego los tanos con sus hijos.
¡Para carnaval, los gallegos de la pieza del frente,
volvieron a España, ella no se habituaba estos lugares!
Aguja arriba, aguja abajo
-¡Andrés se hizo querer! ¡Lentamente nos adoptamos!
¡Andrés laburaba en dos lados! ¡Un día hablé con don Juan y lo llevó para el
taller!
Llegaba del trabajo, tomar la leche y estudiar. Los
domingos me cuesta despertarlo. Le gustan las pastas con estofado ¡Claro que le
doy el gusto! ¡Cuando se levanta tengo la mesa puesta!
¡¿Andrés, tenés novia?! ¡Me ilusiona ver jugar a
tus hijos!
¡Mirá que los años pasan y después!...
-¡Sabe vieja! ¡El Tito dice que tengo condiciones para el
fueye! ¡Me quiere llevar a laburar por Necochea! ¡Estoy juntando guita
para comprarme uno bien, bien pulenta!
Aguja arriba, aguja abajo
-Tango a tango lo vi crecer. Tango a tango perfumó el
patio distrayendo el vacio de la casa. Tango y futbol ¡Goll! ¡Vamos
todavía campeón! Domingo tras domingo llenó el patio el sonido de la cancha.
Domingo a domingo lo esperé con mate y bizcochitos luego del partido.
Aguja arriba, aguja abajo.
-Prepárese que la llevo a almorzar al boliche del
Mingo.
¡Felices Pascuas vieja! Tome, un conejo de chocolate.
Cuando volvemos de la cantina del Mingo, lo rompemos.
Aguja arriba, aguja abajo.
¡Mire vieja la pilcha que le compré! ¡Va a estar sentada
en primera fila como una reina! ¡Sabe vieja, el sábado debuto con la
orquesta en el boliche de Suarez y Necochea!
Aguja arriba, aguja abajo.
-Ve voy, cuídese ¡No ande por afuera, no me haga
enojar, mire que ya está refrescando! ¡Me escucha vieja?
- ¡Hasta mañana Andrés!
Amelia sabe que su juventud se perdió la tarde que
debió doblar la esquina de la vida, primero lo de sus padres, luego
cuidar de sus hermanos, la lucha, la fábrica y las esperas la gastaron.
Hoy al igual que cada atardecer. Se resiste aceptar
otra noche así, porque sí.
Deja el tejido sobre la mecedora. Se observa en el
espejo, repasando su frente con el dedo índice.
Va hacia el patio. Intenta recuperar su inconcluso
poema.
Distraído por la brisa, se aleja el último resplandor de
la tarde.
¡El silencio de la casa le permite la fantasía! ¡Y está
segura, que él permanece en algún rincón del patio!
La tarde que Julián llegó al conventillo, el
patio estaba cubierto de glicinas. Un mundo azul de ilusiones, alegrías y
promesas.
Luego silencio.
Comprende lo absurdo de la espera, a pesar de eso
aun le quema el beso robado, el tango bailado en silencio. Reinventa
aquellas tardes; y así una y otra vez el patio se le hace
madrugada.
Su insistencia no permite que esta ausencia sea olvido.
Porque no recordarlo sería no recordarse.
Domingo a la tarde, apuró el mate. Se acercó a Julián. El
ala del sombrero no le permitía ver el rostro. Luego, él tomó la guitarra
y cantó. Ahí le juró que la amaba, en ese patio vivió junto a
Julián toda la felicidad que conoció.
Se destiñe la noche en la niebla del amanecer.
Sonríe. Guitarra y fueye invaden el convento. Mezcla de
idiomas, el bullicio del patio. Es la fiesta dominguera. Él canta para ella, la
busca, la abraza, ríen, confesiones, susurros y el prolongado beso.
Amanece.
Andrés apoya el bandoneón sobre el piso
-¿Vieja que hace aquí? ¡No me haga renegar,
le dije que no anda por afuera. Por favor levántese de ahí! ¡Venga! ¡¿Qué hace
en el piso?! ¡Levántese, hay que descansar!
Amelia ríe, mira hacia atrás. Señala el rincón y
ríe: - Desde aquella tarde, está ahí y en todas partes.
Andrés tomándola por los hombros le susurra:- ¡Venga
vieja hace fresco le preparo la leche y después hay que dormir!
-¡Lo ves Andrés, está ahí! ¡Regresa cada
noche!
-¡Vamos vieja, venga!
Amelia señalando el rincón ríe. Ríe porque aun
quema sus labios, el beso junto al portón de las
glicinas.
"aquel que un domingo..."
ResponderEliminarLa espera y la distancia se tejen siempre aguja arriba y aguja abajo.
Un abrazo.
Aguja arriba, aguja abajo,
ResponderEliminarcon el tesón de la siega,
a fuerza de fe y trabajo,
labura don Roque Vega.
Un abrazo.
que belleza amigo Roque!!!
ResponderEliminarAgradezco intensamente los comentarios con sus bienvenidas palabras.
ResponderEliminarSaludos,
Roque Vega