"La imaginación está hecha de convenciones de la memoria. Si yo no tuviera memoria no podría imaginar". Jorge Luis Borges

martes, 19 de diciembre de 2017

El portón de las glicinas

Boceto de Roque Vega
EL PORTÓN DE LAS GLICINAS

En el viejo conventillo de la calle Palos,  a través de la amarillenta cortina tejida al crochet se filtra el sol. Amelia, distrae  su labor posando la vista sobre los extraños arabescos que este deja sobre el piso.
Andrés cruza el patio hacia su pieza: - ¡Me voy a jugar! ¡Vieja, agarro el bolso y me voy! Dice al pasar.
 -¡Andrés! ¿Te vas sin comer? ¡Te hago una taza de leche!
-¡Gracias, estoy apurado! Responde desde su pieza.
-¡Como quieras! … ¡No me cuesta nada preparar la leche! ¡Es un minuto!
-Gracias  no se preocupe! ¡Con Ricardo  siempre picamos algo antes de ir a laburar!
Amelia sonríe: ¡Este Andrés! ¡Esa pelota! Retoma su labor.
Aguja arriba, agua abajo.
Recuerda la noche que Andrés llegó al conventillo.
El gringo Vicente lo trajo, estaba acurrucado a la puerta  del bodegón:
-¡Doña Amelia! ¡Doña Amelia! ¡Hay que llamar al médico. Tenía a  Andrés entre sus brazos apretándolo  contra el pecho en el intento de frenar el temblor del chico.
Aguja arriba, aguja abajo
esa noche lluvia, viento, y frío.
-¡Congestión! Diagnosticó el médico al retirarse. Deben darle estos medicamentos.
La Luppe los sacó del apuro. Regresaba del laburo. Traía algo de guita, y así, con brillos y lentejuelas, fue con Vicente a la farmacia.
Aguja arriba, aguja abajo.
Sonríe al recordar su pregunta: -¡Che, pibe ¿Cuántos años tenés?
-¡Once! Creo ¡Así dice la doña donde duermo! ¡La cosa esa, contando con los dedos dice  que saca cuentas y le da once! ¿Qué sé yo!
Aguja arriba, aguja abajo.
El enorme conventillo vacio, poco a poco se fueron todos. Solo Andrés y ella en la anchura de los patios.
Primero fue la Luppe ¡Tuvo suerte! Entre tango y tango  encontró el hombre que la llevó para sus pagos.
¡José y Damiana regresaron a  su provincia.
Luego los tanos con sus  hijos. 
¡Para carnaval, los gallegos de la pieza del frente, volvieron a España, ella no se habituaba estos lugares!
Aguja arriba, aguja abajo
-¡Andrés se hizo querer! ¡Lentamente nos adoptamos! ¡Andrés laburaba en dos lados! ¡Un día hablé con don Juan y lo llevó para el taller!   
Llegaba del trabajo, tomar la leche y  estudiar. Los domingos me cuesta despertarlo. Le gustan las pastas con estofado ¡Claro que le doy el gusto! ¡Cuando se levanta tengo la mesa puesta!
¡¿Andrés, tenés novia?!  ¡Me ilusiona ver jugar a tus hijos!
¡Mirá que los años pasan y después!...
-¡Sabe vieja! ¡El Tito dice que tengo condiciones para el fueye! ¡Me quiere llevar a laburar  por Necochea! ¡Estoy juntando guita para comprarme uno bien, bien pulenta!
Aguja arriba, aguja abajo
-Tango a tango lo vi crecer. Tango a tango perfumó el patio distrayendo el vacio  de la casa. Tango y futbol ¡Goll! ¡Vamos todavía campeón! Domingo tras domingo llenó el patio el sonido de la cancha. Domingo a domingo lo esperé con mate y bizcochitos luego del partido.
Aguja arriba, aguja abajo.
-Prepárese  que la llevo a almorzar al boliche del Mingo.
¡Felices Pascuas vieja! Tome, un conejo de chocolate. Cuando volvemos de la cantina del Mingo, lo rompemos.
Aguja arriba, aguja abajo.
¡Mire vieja la pilcha que le compré! ¡Va a estar sentada en primera fila  como una reina! ¡Sabe vieja, el sábado debuto con la orquesta en el boliche de Suarez y Necochea!
Aguja arriba, aguja abajo.
-Ve voy, cuídese ¡No ande por  afuera, no me haga enojar, mire que ya está refrescando! ¡Me escucha vieja?
- ¡Hasta mañana Andrés!
Amelia sabe que  su juventud se perdió la tarde que debió doblar la esquina de la vida, primero lo de sus padres, luego  cuidar de sus hermanos, la lucha, la fábrica y  las esperas la gastaron.
Hoy al igual que cada atardecer. Se resiste  aceptar otra  noche así, porque sí.
Deja el tejido sobre la mecedora. Se observa en el espejo, repasando su frente con el dedo índice.
Va hacia el patio.  Intenta recuperar su inconcluso poema.
Distraído por la brisa, se aleja el último resplandor de la tarde.
¡El silencio de la casa le permite la fantasía! ¡Y está segura, que él permanece en algún rincón del patio!
La tarde que Julián llegó   al conventillo, el patio estaba cubierto de glicinas. Un mundo azul de ilusiones, alegrías y promesas.
Luego silencio.
Comprende lo absurdo de la espera, a pesar  de eso aun le quema el beso robado, el tango bailado en silencio.  Reinventa aquellas tardes;  y así una y otra vez el patio se le hace madrugada. 
Su insistencia no permite que esta ausencia sea olvido. Porque no recordarlo sería no recordarse.
Domingo a la tarde, apuró el mate. Se acercó a Julián. El ala del sombrero no le permitía ver el rostro.  Luego, él tomó la guitarra y cantó. Ahí  le juró que la amaba, en ese patio vivió junto a Julián  toda la felicidad que conoció. 
Se destiñe la noche en la niebla del amanecer.
Sonríe. Guitarra y fueye invaden el convento. Mezcla de idiomas, el bullicio del patio. Es la fiesta dominguera. Él canta para ella, la busca, la abraza, ríen, confesiones, susurros y el prolongado beso.
Amanece.
Andrés apoya el bandoneón sobre el piso
-¿Vieja que hace aquí? ¡No me haga renegar,   le dije que no anda por afuera. Por favor levántese de ahí! ¡Venga! ¡¿Qué hace en el piso?!  ¡Levántese,  hay que descansar!
Amelia ríe, mira hacia atrás.  Señala el rincón y ríe: - Desde aquella tarde, está ahí y en todas partes.
Andrés tomándola por los hombros le susurra:- ¡Venga vieja hace fresco le preparo la leche y después hay que dormir!  
-¡Lo   ves Andrés, está ahí! ¡Regresa cada noche!
-¡Vamos vieja, venga!
Amelia señalando el rincón ríe. Ríe porque aun quema  sus labios, el beso junto al portón de las glicinas.       

4 comentarios:

  1. "aquel que un domingo..."

    La espera y la distancia se tejen siempre aguja arriba y aguja abajo.

    Un abrazo.

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  2. Aguja arriba, aguja abajo,
    con el tesón de la siega,
    a fuerza de fe y trabajo,
    labura don Roque Vega.

    Un abrazo.

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  3. Agradezco intensamente los comentarios con sus bienvenidas palabras.
    Saludos,
    Roque Vega

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