"La imaginación está hecha de convenciones de la memoria. Si yo no tuviera memoria no podría imaginar". Jorge Luis Borges

domingo, 29 de mayo de 2011

La Señorita Hortensia

LA SEÑORITA HORTENSIA

Cuentos Boquenses

A mi Viejo
Don Miguel Vicente


Salimos de la cancha con toda le euforia,

Habíamos ganado y eso no pasaba desapercibido,

Al Danny se le ocurrió, y si vamos a comer algo por ahí, dale así, festejemos el triunfo un tres a cero no era para dejarlo por ahí.

Entre palitos, aceitunas, quesitos, jamoncitos  y maníes  revivimos los goles,

El Diego  la empezó: que grande  el Menéndez, se venía, se venía y metió el primero así de una.  ¡Y dale Boca, dale, dale, Boca!

Pero el segundo, dijo el Néstor, el segundo  es histórico, el rojitas,  ¡vamos todavía! ¡y dale Boca , dale, dale, Boca!  Que año ese el 64, salimos campeones.

Una cervecita más, y el Sergio comentó: el Cacho se nos casa la semana que viene.

Juan, mientras pinchaba el quesito dijo, uyyy cierto, ché, la despedida, algo tenemos que hacer. Una comidita, en lo del Agustín, que tiene patio grande, ya hace bastante calor. Asadito bien regadito y después nos vamos a bailar y le damos hasta el amanecer. Que cosa el Cacho, otro que pasa al equipo de los maridos.

El Carlo se acordaba posta, posta, lo que pasó. Él, estuvo con los viejos de la  novia. Ese día todos bien empilchados, pipí cucu, sonrisita, saluditos y elegancias.

Entonces fue que el Cacho no llegaba al civil. Cuarenta minutos  habían pasado de la hora para el casorio y el Cacho no aparecía. Todos muy inquietos, ni una palabra,  nadie sabia que pasaba.

De pronto se escuchó un griterío: ¡¡¡Cacho!!! ¡¡¡Cacho!!!, lo traían en andas victoreándolo, delante de él,  dos tipos con megáfonos alabando las cualidades deportivas, de este espontáneo atleta.

Nos miramos  entre todos los que esperábamos para el casorio.

La suegra adelantándose,  ya, sin ninguna pérdida de tiempo quería  acogotarlo.
La novia, tirada a los brazos de una tía  no dejaba de llorar. El suegro, que algo de hombres sabe, trataba de tranquilizar a su mujer, que no dejaba de inferir  rosarios  contra el pobre Cacho, y esto ,sin contar las tías, que ya  la hacían abandonadaza a la pobre chica, pero no, no paso eso,  

En la calle continuaban gritando: Cacho, Cacho.  Entonces, salió el juez de paz, las secretarias, la mina que limpia, los porteros, el ascensorista y el escribano del primer piso, y detrás de ellos, todos nosotros.
No quieras saber, las cosas que decía la suegra, mientras bajaba las escaleras.

Lo que pasó es que, el Cacho, ganó la maratón mil metros de villa dominico, en el tiempo record mundial, de siete segundos veintidós décimas.

Así de una, los mil metros ¿entendés? ¡Siete segundos veintidós décimas!

¿Desde cuando corre el cacho? preguntó la suegra, que estaba con las mismas ganas de acogotarlo, pero en una tonalidad  menos rojiza.  

¿Justo hoy se le da por correr?  si ese no se mueve ni con una grúa.

La Adelina no dejaba de llorar.  La suegra se dio vuelta y le dijo, Nena, ¡finishela! no llores más,  aquí  tenés a tu Cacho,  y te aseguro, que no se vuelve a ir,  esta vez, yo me encargo del entrenamiento para la carrera.

Yo estaba al lado de ella, dijo el Carlo.

En realidad, lo que pasó fue lo siguiente: Entre palitos, aceitunitas,  quesito, papitas y maníes,  armamos la despedida del Cacho, 

Sergio dijo, alguna joda hay que hacerle, y para eso nadie como el rulo, y llamó al Mariano y arreglaron, y ya ves, por poco o se casa.

El Diego, mientras enguía  palitos, quesitoS mortadelas y aceitunas, le hizo creer al Cacho, que la señorita Hortensia estaba sumamente  enamorada de él ,y que, como despedida de soltero , no estaba nada mal salir esa noche con ella , total, una noche de pasión y alegría, total  después, después,  a guardarse en la casa.

No quiso saber nada,  el Cacho no es así,  es un tipazo,  derecho, es así de una, y para todo.

-Dejame de joder, le dijo, - no quiero saber  nada, estoy bien como estoy, además la Adelina, yo la quiero a la Adelina.
-No sean así muchachos, hacemos un asadito en casa y ya está. 

-Naaa, le dijo el rulo:  -es tu última noche de soltero, y hay que festejar, hay.
-Total con bailar con la Hortensia  no te pasa nada, no te va a  derretir.
No sabes, esa mina está, que sueña con vos.

-Yo no la conozco, ni sé quien es esa señorita, dijo el Cacho.
Tragando el quesito y la aceituna, mientras agarraba un cuadradito de mortadela, acotó el Diego: - Es amiga de mi hermana.


-Yo la conozco bien. Dale, toma el número, llamala,  decile que la llevás a bailar el sábado,  no seas bola, dale, es tu última noche de soltero.

-La Palmira, la hermana del Rulo, se prestó para hacerse pasar por la  Hortensia, el Cacho, cayó como chorlito,

-Y asi fue, todos, detrás de la paresita  del garaje, lo espiábamos.  Y tal cual ella se lo pidió,  él, la esperaba con un ramo de margaritas, en papel azul y moño rojo.

-El Cacho ya estaba nervioso, te imaginas  si alguien lo veía.
-Entonces fue que paró un camión con acoplado. Vio salir un par de zuecos gigantes, luego una mina, de un metro noventa y tres, ciento catorce kilos, minifalda floreada, hecha con un pedazo de cotín. Peluca rubio pajarito, que de paso se le había ladeado. Tenía pintada la jeta  y los labios como tres tomates juntos. La mina, traía un chihuahua entre las manos, acercándose al Cacho, que  temblaba como una hoja, se les cayeron las margaritas al piso,   le dice:
¡Que haces papá! y ahí mismo se puso a cantar  “Me llaman la presumida”, no sabes  ,  el Cacho se recostó contra la pared,  estaba  cada vez más pálido,  respiró hondo , gritó nooo y salió corriendo, agarró por  Olavarría, Necochea, Pinzón ,daba vueltas y vueltas sin parar, después derechito salió para Brown,  cruzó el parque Lezama ,ahí  fue cuando le perdimos el rastro, pero ya ves. 

-Al Cacho lo trajeron victoreándolo para el civil, porque ganó la maratón mil metros, de villa dominico, en siete segundos y veintidós  décimas.

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