Un dibujo de mi autoría, el mismo inspiró el cuento Calles olvidadas.
Calles olvidadas
-Vos como un duque, ¡cómo lo que sos! , dijo la Olga mientras le acomodaba el nudo de la corbata.
Juan intentó decir algo. Ella continuó.
-Te sonreís ¿entendés Juan? , te sonreís, siempre.
-Ni una palabra demás… ¡Un duque!
-No te emocionas por nada, sos un tipo duro, tranqui, un hombre de mundo
-¡Y vaya si lo sos! ¡Vaya si lo recorriste!
-No tengas apuro por regresar.
-Si hay otra vuelta de whisky, o un café más, vos tranqui Juan, ¡te quedás!
-¡Vos decidís! No tenés que dar explicaciones ¡entendido Juan!
-Ya sabés, en cuanto veas que la cosa está por terminar, me llamás,
arreglo con el trompa, y te mando al pibe del laburo.
¡Un dandy Juan, un dandy!
Salió de la pieza, apoyó la puerta sin ponerle llave.
El perro, estaba echado junto a la pileta de lavar.
-¡Nos vemos! le dijo, el animal apenas si movió las orejas.
Lentamente cruzó el largo pasillo que finalizaba en la destartalada puerta, esa puerta, con algún recuerdo de viejas pinturas.
Hacía mucho que recorría el pasillo sin mirar el patio, prefería ignorar.
Las piezas vacías y la pared con menos revoque que pintura.
Macetones sin plantas, y alguna seca rama de la enredadera, aferrada a la delgada columna del alero.
Y allá, casi llegando a la salida, un vano recuerdo del parral.
-¡No sé para que se le ocurre que nos juntemos! Pensó mientras cerraba la puerta.
El tenue silencio entrecruzaba las veredas. El barrio más callado, la cortada le pareció más silenciosa.
Cruzó la calle. La luz del bar, iluminaba un ángulo de la vereda, justo sobre la esquina.
Un par de mesas afuera y esa pareja que sonreía.
-Hace tanto, que, ya da igual.
- ¿Para qué? no lo entiendo.
-Si yo estaba tranquilo, finalmente en mi lugar.
-¡Ya fue todo eso! ¡Hablar de cosas viejas! ¡No sé para que!
Cruzó frente al bar, saludó al gaita: - ¡ya sabes... no! - ¿Entendiste?
El gaita, haciendo una seña lo tranquilizó.
- Eh, gaita, no te olvides, cuando venga el Antonio, cinco y cinco ,al burro y las plantas, en las dos, a la cabeza.
Sonriendo se despidieron.
Unos metros más allá la parada del colectivo.
Había anochecido, cuando apareció la roja trompa doblando hacia la avenida.
Segundo asiento, ventanilla. Pasó una, otra y otra esquina memoriosamente mal recordadas.
Se silenció el paisaje. Todo era azul, miró fijamente y no, ¡nada de azul! todo estaba como debía ser, descolorido y apenas retazos de lo que había sido, lo que había visto, y ahora, debía volver a ver.
-Te bajas una parada antes.
-Llegás caminando, ¿entendés Juan?
Le dijo la Olga, mientras le perfumaba el pañuelo para el bolsillo del saco.
Caminó una y otra cuadra.
Unos metros más y llegaba al boliche. Se recostó sobre el paredón en espera del regreso no querido.
-¿Después de esta noche que? Pensó.
Se acomodó el saco. Caminó decididamente.
-Que remota me pareció la esquina, si, era aquella, la de la infancia, no había voces, ni recuerdos, solo silencio.
-Uno cree que eso queda para siempre, y no, en aquella época todo estaba allá, no existía la espera ni el pasado. Sana, sana colita de rana, y todo estaba bien, un beso, y a jugar otra vez.
-Regresar a este lugar, es regresar al olvido oxidado de tiempo.
-¿Que buscamos? ¿Que queremos encontrar? Si, ni el lugar, ni nosotros, somos los mismos.
-Eso sí, parece cosa de magia, el fueye se lo oye, no sé de donde, pero se lo oye, está.
Los dos faroles iluminaban la esquina del boliche.
Respiró hondo, carraspeó, enderezó la espalda y se dirigió con paso firme.
-Del barsucho ya gastado de tiempo, solo quedan los sueños junto a ese largo callejón que lo cobija, ahora, es recuerdo de su recuerdo, y hoy, todos nosotros, en esta larga mesa, lo atravesamos de pared a pared.
-¡Esta noche coincide con nuestra realidad!
-Y ya ves, ¡estamos pero no somos aquellos!
Continúo sonriendo, a uno y otro lado, todos rostros conocidos y lejanos.
-Fue el cacho ¡si el cacho lo dijo! ¿Y no se para que?,
-¡Que necesidad había de recordarlo! -Si no era necesario.
-Ya habían traído la picada, y bueno, no sé para que lo dijo.
-Yo solo sabía que la había besado.
-Si, comenzaron a encenderse alguna que otra luz, de todos esos días llenos de esquinas.
- ¿No, no sé para que lo dijo?
-El fueye, el fueye sonaba cada vez más fuerte.
-De pronto, el olor a yuyo después de la lluvia.
-El potrerito de la esquina.
-¡Si yo no quería venir! - No quería cruzar esta calle.
-ya lo dije ¿para qué?
-A través del ventanal se veía la cortada.
¡Dale Rulo pateá! Dale, ¿no la vez?
¡Traé la bici!…..
¡Sacaste la sortija Juan!
¡Rulo, tenemos una vuelta más!
Callate bola… ¡callate!
-Fue, cuando llegó la piba de la panadería que comenzó la adolescencia, y crecimos sin saber que habíamos dejado en la otra esquina muchas cosas sin hacer.
-Che Juan, ¿no te servís? ¡Dale un brindis! Dijo el Pedro.
-Por el reencuentro. Dijo el Oscar, riendo.
-¡Estamos todos, más viejos, pero estamos!
Las copas se alzaron, por un segundo, el cristal brilló bajo la recortada luz al girar de los ventiladores.
Una luna atorranta se asomó por el ventanal de la esquina, el que da hacia el callejón.
-Si, vino antes de adormecerse sobre las enredaderas.
- ¡No ves! lo dije ¿para que? ¿Para que estamos aquí?
-¡Otra vuelta de cerveza! Gritaron desde la punta de la mesa.
-Héctor afirmaba que aquella tarde, le hicimos tres goles.
-Si, después….
-Che gallego -¡traé más queso y otra cerveza! Dijo el José.
-Aquel beso lo tanguié en el zaguán, fue de madrugada, cuando partía para la colimba ¿te acordás? , la noche aun sobre la enredadera y los grillos que jodían.
-Si, gritó Alberto, habíamos ido al club, la despedida ¿te acordás? todos reían.
-Los sábados milonga, perfume barato, no había guita, gomina y los timbos bien lustrados.
-¡Y la vida! Teníamos la vida que nos llenaba de promesas, y mirá…
-¡Dale gallego otra cerveza!
-¡Vos un duque! Recordaba las palabras de la Olga.
-¡El Juan! ¡¡¡ fue el Juan!!! Dijo el Héctor.
-Para un carnaval, fuimos al corso y después al club...
-¿Te acordás? ¡Contá! ¡Dale, contá Juan!
-Si, hay una vez que suena distinto tu nombre.
-¡Una vez suena distinto, es como que tiene color, claro, aquí, en este barrio, solo color de lata y madera , pero era dulce ,era dulce el sonido.
¡¿Pero para qué?!……yo lo dije… ¿para qué?…si todo aquello, pasó y vaya si pasó...¡a uno le quedó la marca!
-¡Aquel tiempo fue, como soñar que soñábamos!
-Y ahora ustedes, ustedes me llenan esta esquina de recuerdos.
- No ven muchachos, que está lleno de tangos, este boliche está lleno de tangos.
-¡El tiempo es eso! si nos metemos en el recuerdo, entraríamos nuevamente al presente, ese momento, es el presente embriagado de juventud, que solo dura un día…
-Un día de carnaval, y después, el vuelo final flaco, el vuelo final y cada uno por su lado.
-¿Pero para qué? si esos recuerdos están tan viejos como nosotros.
-y esta noche aquí, en este boliche, con los atorrantes fantasmas del tango que giran y giran.
-¡Trae otra cerveza gaita! Que estos están en pedo , y no saben que las cosas, todas, todas esas se fueron como un barrilete, allá, junto al potrerito.
-¡Si gaita! Se fueron aquella tarde de domingo, viento y viento, pasillo y silencio.
-¿¡Para qué!? Yo dije, ¿para que vinimos aquí?
-Esta esquina está llena de risas, gritos, goles, lunas, madreselva y jazmines.
-¡Dale, trae otra cerveza yoyega! ¡Dale, no ves que ellos están en pedo!
-Si, por esta esquina al volver del baile ¿te acordás? pateábamos cualquier cosa siempre nos reíamos, charco, luna, zanja, grillos y ranas,
-¡Che yoyega! Para cuando esa cerveza.
-Si, volvíamos del bailongo, chamuyabamos y chamuyabamos,
-y mira, todos aquí, ¡vieron, estamos en el futuro de aquellos sueños!
-No se dan cuenta que ya no están las cosas, la esquina, la piba, la luna, el boliche, el club.
-Pero si ¡dale brindemos! ¡Brindemos, estamos en el futuro! ¡Tanto lo deseamos que estamos! ¡Estamos en el futuro de aquel tiempo!
-El baile del club, se terminó ¡no está muchachos! ¡Esta música no es del club!
-El boliche de los encuentros, no es más este. ¿No ven que es otro? ¿Que no están?
-Las confesiones, sobre aquellas mesas ¿te acordás? las primeras pibas que pasaban bola, y después, después las otras ¡De las otras, hubo muchas, en mi vida!
-Los quilombos del laburo, el fin del Cole. Y los otros pibes, los que no pudieron ni terminarlo.
-¡Con cuarto alcanza! Le dijo el viejo al Oscar y lo mandó a laburar.
-Carlitos el de la vuelta, Eduardo siempre cansado, el Rulo ¿donde están? ¿No ven que es al pedo? ¿Que hacemos aquí? ¡Si el yoyega no está!
-Decime, el colorado y el cabrón del Jorge ¿Donde están?
-Vos vivías aquí a la vuelta Juan, dijo el Oscar
-Te acordás el pasillo largo, y allá, después de la pileta de lavar estaba la zapie y la cocina.
-El Jorge vivía adelante ¡¡acordate, dale!! El Rulo, vivió un tiempo en zapie del frente , en cuanto empezaba el segundo patio, vivió allá hasta que los viejos se separaron, y se fueron para el sur.
-¡Todo el bario era nuestro! bici, pelota, potrerito, madreselva, jazmín, asados y la calle llena de carros, partidos, gritos, risas y esperanzas.
-Digo yo ¿quien inventó la distancia? ¡Flaco! ¿Quien la inventó? ¿Para que sirve?
-¿Te acordás Rulo, el día que te mudaste? ¡yo me acuerdo! el carro, tus viejos la nona, y vos.
-Vos venías con la pelota abajo el brazo ¡Y zas! Eso te dio cabida.
-Le avisé al Cacho y al Héctor, esa tarde estábamos jugando allá, lo que ahora es ese gastado paredón y después.
-¡Después! esa palabra es la que jode todo ¡Después!
-Creemos ser otros ¡pero no muchachos! ¡Somos nosotros!
-El recuerdo, el recuerdo nos trajo, es bueno tenerlos a todos aquí, tan cerca.
-¡Que feo pasar y no dejar recuerdo!
-Ninguno de nosotros somos un olvido, estamos ¡vieron muchachos, estamos!
-Y somos tan bolas, por momentos tan extraños, que tenemos miedo de preguntarnos cosas, a ver si no estamos.
-Es que le quise decir ¿entendés? Colita, pero viste, es así el tiempo, ¡el tiempo no da!
-Yo les quise decir, les quise contar, pero va, fue así.
-Y vos que me miras, Coli, si me hubieses visto, que pilcha que pinta, ni había pasado el tiempo.
- La Olga ¡que mina! Me dijo, venite Juan, no les cuentes nada, venite a mi casa, te empilchas y después te apareces allá, que les importa Juan, ¡Qué les importa!
-Cuando llegué, nada.
-Como un duque, ¿entendés colita? No dije nada
-El gaita, el gaita me hizo pata toda la noche.
-Claro, que les iba a contar, que les tenía que decir.
-Que me fui a ver al dueño de la casa.
-¡y ya sé que se vende! ya sé, pero por un rato nomás, estar allá un rato.
-No sabes Colita como me miraba el tipo.
-Y si le dije, estar un rato allá, en la zapie, el patio.
-Está vacío, me dijo -desde hace años, todo abandonado.
-No importa, por un rato nomás, y ya está.
-Sabes Colita, se me había quedado, se me había quedado, que sé yo, como vacío, no sé un rato estar allá, atrapar el pasado.
-Que me miras Coli, no, no le dije nada, esas son cosas mías, muy mías.
-Y sí, sé que a veces están vacías todas estas esquinas, hay tanto silencio, que uno quisiera demorar el olvido.
-Lástima que no tomas mate Coli, sinó.
-Algunas veces creo verlos.
-Uno está lleno de duendes.
-Mira, mirá esa escalera.
-Tenía ganas de contárselo, habérselo recordado al Rulo.
-¿Te acordás Rulo? Te acordás, con la pelota por este pasillo ¿que largo no? , esa puerta, la higuera, el parral que cubría todo el cielo del verano.
-Fue en la escalera, escondidos allá atrás, me dijo:
-Dale Juan, convidá un faso. Ese fue el primero.
-Si colita, me lleno de duendes, yo quería, pero viste, el tiempo no da, que se yo, es que uno se llena de cosas…y ahora colita, ya sabemos, son muchas las que no están.
-El futuro, todo lo que chamuyabamos aquellas noches cuando volvíamos de milonguear, pateando y riendo, dos mangos en el bolsillo, con ragú,
pero, siempre, la vieja dejaba algo para la vuelta, porque hacía mucho frío.
-Nos reíamos, nos reíamos, pensando en el futuro.
-Ese futuro, Colita, ese futuro que soñábamos, nos dejó llenos de ausencias.
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