"La imaginación está hecha de convenciones de la memoria. Si yo no tuviera memoria no podría imaginar". Jorge Luis Borges

sábado, 4 de junio de 2011

La resurrección

“LA RESURRECCION”

El día Después

(Domingo 26 de marzo de 2006)(*)


                                      
A través del ventanal vi adormecerse la tarde. El lejano gris azulado, hacia más fría la distancia.
Lentamente, se desdibujo el paisaje dejando, las formas sin forma de la ciudad, en contraluz a un cielo muy nublado.

Allá, en la lejanía de la tarde, comenzaba a brillar, un que otro cartel; silenciosamente finalizaba el domingo. Las luces salpicaban la noche, saltando de ventana en ventana.

“Sinfonía número dos”  llamada de la resurrección, de Gustav Mahler, anunció el locutor, en tono casi solemne.

Me levanté del escritorio,  sin quitarme los lentes, ni soltar el programa de mano, que releía  por enésima vez, aumenté  el volumen de la radio.

Al regresar al escritorio, la agenda me recordó que: mañana todo continuará igual, sumergido en la cotidiana  rutina ciudadana y oficinista.

Habían sido días agotadores; no era para menos. Un estreno mundial, y se hacía allá, en el Municipal. A doscientos y  tantos kilómetros de la calle Corrientes.

Una suite tanguera en el Municipal. Había viajado cuatro días antes. Varias  reuniones en el boliche del teatro, ultimando detalles, asegurándome que todo esté perfecto para la ocasión.

Sabía, que ese día, desviaría para siempre la monótona rutina, hacia otro camino más  brillante, lleno de presentes, luces y sonidos.

Encendí la lámpara del escritorio. Guardé los papeles que había usado durante todo ese tiempo.

Papeles llenos de personajes, fantasmas; si, yo les digo mis fantasmas, hablo con ellos, lo hago a cada rato.

-¡¡¡No!!! ¡¡¡Mejor así!!! -Así no, eso me crea poco clima.
-Me parece que va  un tanto mas arriba.
-Si, esta es la posición ideal.

El brillo de los metales, cuerdas y percusión, del primer movimiento de la sinfonía,  me dejó estático. Por unos segundos no parpadee.

El mate, arrinconado sobre el escritorio, estaba frío, había dado su fruto.
Aun así, volví a sorber.

Al mirar  a través del ventanal, la ciudad, era un inmenso y monocromático paisaje en gris.
En la lejanía de la noche, pequeñas  luces titilaban en su rítmico palpitar, los carteles, sobre  la avenida, cumplían ordenadamente su función.

En ese momento, el tutti de cuerdas de la sinfonía,  me supo a distancias invertidas;  se me antojo que, eran recuerdos de algún porvenir  deseado.

Apoyado con el cristal del ventanal, por unos segundos miré sin ver. Regresé al escritorio. Ordené los últimos papeles. 

Metales y cuerdas, cerraban el primer movimiento de la sinfonía.

Esta no era una noche de luna.
Lo pensé, fue  un susurro de mi mente,  mi luna había quedado allá, en el municipal, entre nostalgias, de una azul niebla apenas iluminada.

La probé muchas veces. 
-¡Un tanto mas arriba! me escuchan, lo dije una y otra vez a través del  Handy.
-¡Más arriba esa luna!, ¡mas niebla!   ¡Más humo, por favor! humo azul, tiñan todo de azul.
-Un poco más alto el estrado para la percusión.  Llévenlo hacia el centro del escenario, por detrás y al centro la luna. ¡No, no…un poco más abajo!
-¡Un  cielo más  sugestivo!, ¡mas mágico!…. ¡Por favor! ¡Rojos, más rojos! Repetí una y otra vez.

Observé en silencio, hice la seña indicando: ¡perfecto, puesta  finalizada!

Recorrí los pasillos, cada camarín. Crucé dos veces el escenario.

-En cinco minutos, damos sala.

-Por favor, las recepcionistas: - de a tres,   a cada lado de la entrada. 

-Una rosa a cada persona que entra.

La sala teñida  de azul, la orquesta, magia, luna y aquel presentador anunciando:

-“Señoras y señores noche memorable para esta Ciudad y  este Teatro. Ilustres visitantes se encuentran en la sala…”

La orquesta rompiendo en milonguera suite, y el estruendoso vals, cerrando el inicio del concierto.

Rosas, azul y rosas,  la ovación y la lluvia final de rosas rojas.

El estacato de los violines, me desvió  un tanto del recuerdo, siguió el rítmico sonar de la percusión, tutti de orquesta.  Hemos escuchado la sinfonía número dos, llamada de la resurrección, de  Gustav Mahler, repitió el locutor.

¡¡¡Si!!!, mi luna había quedado allá,
Ya no estaba.
Pero estaba allá
Ha quedado en mi mente y en la de muchos. Recordé el Taro Municipal engalanado, rebozando de público, y esa lluvia final de rosas  rojas, todo, ha quedado en el recuerdo.

Una luna roja, luego azul, blanca brillante…y nuevamente  roja.
Percusión, cuerdas, bandoneón y piano. Nuevamente  la luna,  ora blanca, ora  roja, entre humo y nubes, coronada con un sinfín de  amarillentos círculos, que la tornaban literaria,  de cuento, si,  era la luna de mi cuento.

Finalmente cayó la noche sobre la ciudad. Me acerqué al escritorio, abrí el programa de mano, releí un y otra vez la dedicatoria.

Mañana, mañana  por la mañana,  tendré que  revivir cada momento , subiendo los largos peldaños  que me  llevan hasta  la luna azul, ahora , adormecida y  enlatada, en  el  frío desván de alguna isla de edición.

(*) Hace referencia  Al estreno de la Suite del Tango-Ballet “Pasional” basado en el cuento de Roque Vega “Una Luz sin Nombre” con Música de Nicolás Guershberg. Realizado  el 25 de marzo de 2006, en el Teatro Rafael De Aguiar en la Ciudad de San Nicolás de los Arroyos. Provincia de Buenos Aires.  

1 comentario:

  1. Escribo como anónimo porque algo sucede que no me deja comentar con mi cuenta.
    Muy buen relato, en realidad, Roque.
    Un abrazo.
    Soy Jorge Rodolfo Altmann
    http://jorgerodolfoaltmann.blogspot.com/

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