"La imaginación está hecha de convenciones de la memoria. Si yo no tuviera memoria no podría imaginar". Jorge Luis Borges

jueves, 29 de marzo de 2012

Una esquina para volver


 Una obra de mi autoría
 
UNA ESQUINA PARA VOLVER
Roque Vega

“…ver que la vida se apura, en cada cacho de sol,
en cada noche de amor, en cada curda…”
Chico Novarro

El crepúsculo adormece la tarde hasta posar el azul sobre el jazmín.
Las sombras desdibujan los rincones del patio, silenciando los sonidos que intenten recordar algún olvido.

Sonríe.

Largo raro continúa con la frente apoyada sobre el fresco y húmedo vidrio de la ventana que da al patio.

Gira, enciende el fuego, coloca la pava.
Mate en mano, sale de la cocina. Aquí y allá, levanta  las hojas que dejó caer el jazminero. Las junta para distraer el tiempo. El suyo se apuró, lo  sabe. ¡Demasiado pronto para tanta ausencia!

Regresa a la cocina. La radio murmura un tango…

-¿Y? ¿Para cuando el asado?  ¡Hay ragú por aquí!
-Cuando fuiste hacia la punta, vi venir el gol…
¡Te lo dije Cacho! ¡Te lo dije!  ¡Ataca!...
-¡Dale Dany, en el boliche, esta noche la revancha!

Quizás mañana…

Sonríe.
  
El rozar de los cubiertos se entremezcla con el tango.

Apresura la salida.

Nuevamente la calle.

Presiente la indiferencia. Uno y  otro pasa sin mirarlo.

Sus pasos añoran el murmullo de la barra. Los recuerda. Las imágenes se diluyen en cuanto las piensa.

Noche de sábado. El boliche repleto. El reloj acaba de cantar las once.

Humo, gritos, risas, chocar de copas.  

Saluda haciendo el gesto de siempre ¡Un café! Busca su mesa junto al billar.
Sin asombro, comprueba que no lo piensan.

El café se enfría una vez más.

-Dale ¡Trae las cosas!… ¡Llegaron los muchachos José!
¡Che, otra cerveza!
-¡Un billar más! Es temprano ¡dale!

Sonríe, sonríe recordando aquella tarde, al salir del cole. Su arrogancia, quinto año…
Mentir un beso más…otro de tantos…
¡Esa vez no! ¡Esa tarde la guarda intacta, por lo irrepetible!

Se enfría el café.

Un curda, acompañando al piano, murmura un tango. Dos pasos más allá, otro curda  lo incita a seguir cantando.

En el rincón, detrás del billar, recostados sobre la mesa, dormita una pareja, ajena al murmullo de la muchachada.

En un rato el gallego cerrará el piano, luego, sacudiendo los manteles repetirá la frase:

-¡Vamos hombre! ¡Se acabó la música! ¡Hay que cerrar!

Lo sabe, nuevamente la calle de la madrugada, intentando buscar ese resto de algo, sin lograr recordar, la cantidad de besos mentidos.
                                                        
Hace unos días que, poco antes del cierre, llega un pibe.

Noche a noche lo observó indiferente.
Hoy repite la historia, entra el pibe, va directo al mostrador. Saca un puñado de monedas.

El gallego, le dice algo señalando la puerta.
El pibe toma las monedas. Va hacia una mesa vecina al billar.

Un sorbo del frío café, cigarrillo consumido entre los dedos. Sigue al pibe con la vista.
Este deja las monedas sobre la mesa, luego, metiendo la mano en el bolsillo saca un paquete de pastillas y dos caramelos.
Murmurando algo, ordena las monedas.
Las acomoda una junto a la otra.

-Estoy arreglando este lío de guita, le dice.

Ausente, lo mira de reojo, sin hacer gesto alguno.
Bebe el resto del frío café, dirige su mirada al fondo de la taza.

El pibe separa las monedas corriéndolas con el dedo índice.

-¿Me las cuenta? Señor.
Dígame si llego a seis pesos.

Levantando la vista de la taza, lo mira sin responder.

-Déle Señor ¿me las cuenta?
¡Es que el gallego se va y quiero comer!

Sin dejar de secar las copas, el gaita, grita desde el mostrador.

-Eh, tú, deja al señor tranquilo ¡No molestes!
¡Apura a pedir algo si quieres comer! ¡Vamos, tengo que cerrar!

-Vio señor, se lo dije, el gallego se enoja ¡Cuéntemelas por favor!

Mira al pibe y sonríe. Sabe que es la hora. Vio cerrar el piano.

-Dele señor, éstas las más grandes, las puse juntas.
Estas otras aquí, y las chiquitas todas en fila.
Diga si llego a seis pesos.

Hace un gesto y continúa perdido en aquella tarde de sol, los muchachos, la esquina y el partido. Cuantas locuras. Aquel cacho de amor. La piba, la plaza y el después.
Intenta recordar en que esquina dejo su equipaje.
Mira sus manos, las tiene gastadas de tantas mentidas madrugadas.  

-¿Llego a seis pesos señor?

Lo mira, se levanta de la mesa.
El pibe tiene la magia de lo simple.

Indiferente señala: -¡Seis de esas necesitás!

El pibe sonríe.

El lo mira descuidadamente. Siente iluminarse todos sus tiempos.

-Y si no tenés seis de estas…
¡Vení te enseño!  Así no jodés más  pidiendo que te las cuente.
¡Acercate aquí! ¡Vení!

Dos de estas hacen una de las grandes.
Y dos de esas, hacen una de esa.

El pibe lo mira.

-Ahora hacé así, separá por aquí y poné las iguales juntas.
Contá, desde aquí hasta allá.

El pibe le quiere decir algo.

-Mirá: una, dos, y estas dos que hacen una  son tres, una más y estas dos  ¡tenés seis pesos!
Esperá.
Che gaita, traele un cocido y queso bien cargado al pibe.
Ah,  y un café con leche.  Lo pago yo.
¡Apurate gaita! ¡El pibe tiene hambre!

¿Como te llamas? 

-Jorge, señor.

-Mirá Jorge, siempre agregás uno...
Uno y uno dos y uno tres. Y así podés llegar a…

-Diga señor ¿hasta cuanto sabe contar?

-No te preocupés por eso y comé.

-Dele diga  ¿hasta cuanto sabe?

-Y vos ¿hasta cuanto sabés? le dice él sin dejar de acomodarle el resto de las monedas.

El pibe soltando el sanguche, abre la mano… - ¡así!

-¿Solo cinco?

-¡Y que quiere! responde el pibe sin dejar de masticar.

Llueve, detrás de los cristales llueve.

Hace un mes que lo espera todas las noches.
Juntos cuentan las monedas.
Aguarda que el pibe coma, luego, saca  la carpeta que compró en la librería. Acomoda sobre la mesa, cartuchera, dos lápices, una regla verde y  el sacapuntas.

-Decime Jorge: Si a cinco monedas le pongo dos más y luego le saco tres  ¿Cuántas quedan?

El pibe, pone y saca monedas, cuenta y anota en su cuaderno.
-Aquí mirá: J-o-r-g-e
Escribilo otra vez….
Mañana hacemos más cuentas y escribimos tu nombre completo ¿Entendido?

-Diga señor, nunca me respondió ¿Hasta cuanto sabe contar?

-Hasta cualquier número  Jorge, hasta el que quieras podés contar…ya te dije  solo hay que sumarle uno al anterior….y así llegás hasta donde quieras.

Llueve, detrás de los cristales la lluvia de abril
deja presentir el trasnochado verano.

El pibe hace cuentas, suma resta. Escribe su nombre.

-Jorge ¿Querés otro sanguche?

-No señor, gracias, está bien.

-Ché Jorge  escuchame ¡Se acabó la joda! El lunes comenzas el cole, yo te voy a llevar.  
¡Ojo con faltar o rajarte! …
                                                                    
Llueve, detrás de los cristales llueve.

El último curda, mareado de noches, tira dos monedas sobre el mostrador, arrastra su sombra  hasta cruzar la puerta.

El pibe hace cuentas, escribe, borronea un dibujo. Regla  y lápices de colores…

Llueve, detrás de los cristales  llueve.

El gallego cerró el piano, levantó las sillas, apagó las luces del billar.

-¡A ver ustedes, por hoy se terminó, grita doblando el último mantel!

-Cerrá la carpeta y vamos Jorge, hay que dormir…

Abre el paraguas, con el pibe de la mano, desanda las mismas calles.

Sonríe.

Comprende que detrás de un olvido, al cruzar la silenciosa  esquina, más allá de la ausencia, pueden estar todas las cosas.    










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