Una obra de mi autoría
Y DESPUES EL ARRABAL
Roque Vega
Monótona y persistentemente, llovió durante todo el día.
Varias veces, espió la calle a través de la ventana.
Entre tango y mate se aquieta la tarde en su propio silencio balanceándose
de un recuerdo a otro.
De tanto en tanto, se ve la luna entre las nubes que corren hacia otro destino.
Las calles se reflejan aquí y allá, en los pequeños espejos abandonados por la lluvia. Las veredas zigzaguean el especial ritmo del sábado a la anoche.
Reflejos y sonidos.
Necesita salir, caminar un rato. Nueve menos cuarto, abandona el garaje rumbo a la ciudad, al doblar hacia la avenida, enciende la radio.
Mira a través del espejo. Nadie, está solo.
Al cruzar el segundo semáforo, nuevamente mira el espejo. Observa el extraño brillo de sus ojos.
El recuerdo de la lluvia invierte sobre la calle la estática ciudad.
El espejo le confirma que continúa solo por la avenida.
¡Sí! ¡Brillan! ¡Sus ojos brillan! ¡Reconoce el resplandor de otros sábados, otro tiempo, cuando estaban todos y el barrio acariciaba su vida!
Cientos de imágenes por su mente.
Los partidos en el baldío de la esquina, luego el boliche ¡Y allá! ¡Junto a la mesa de billar, la conoció!
A lo lejos divisa el intermitente letrero. Deja el coche. Guarda el ticket en el bolsillo y sale.
Silencio. Las vidrieras iluminan estáticamente, sin brillo, lo justo, como en un cuadro.
Nadie. Mira hacia ambos lados, cruza la avenida.
Camina varias cuadras. Aquí y allá, breves recuerdos de la lluvia.
Siente sed.
La brisa balancea los oxidados colores del cartel anunciando: “Ribera Bar”
A través de los cristales, presiente la mortecina luz interior, que, desganadamente, ilumina las mesas sobre la vereda.
Entra. Sobre la mesa de billar, dos tacos cruzados sobre el verde paño.
Cruza frente a la rocola.
Sobre una mesa junto al billar, en un latoso cenicero, humea un cigarrillo.
Silencio.
Presiente que cada rincón del boliche guarda todo el pasado.
Desea beber. Golpea la mano sobre el mostrador.
Nadia responde.
Unos segundos después, repite el llamado.
Al encender sus luces, la rocola gira un tango. El fuelle de Troilo hechiza la noche. Reconoce la melodía. La tararea.
Mira hacia uno y otro lado.
Nadie.
Se acerca al otro extremo del mostrador.
-¡El tiempo se llevó todo!
¡Desde aquella noche, junto al río, nunca más te vi!
Al escuchar la voz, gira bruscamente.
Está sentada a la mesa junto al billar.
Lo mira, bebe, da una pitada, el humo empaña su rostro. Sonriendo continúa:
-¡Nunca más repetí tu nombre!
¿Sabés porqué? ¡Porque me quedé en vos!
¡Y así, día a día herramos juntos y separados!
¡Tal vez no estemos, Andrés, quizás, este encuentro sea un nuevo adiós!
El fueye tanguea acelerando el ritmo.
La mira ¡está junto a ella! ¡Solo unos pasos y nuevamente acariciará su piel!
El fueye acelera, trepando las cadencias.
La brisa agita sus cabellos, lo mira y sonríe. Brilla el azul de sus ojos. Le ofrece una copa.
Sin dejar de mirarla, se le acerca y dice:
-¡No bebas! ¡Para qué? ¡Si es igual!
¡En cuanto amanezca, cada cual a su vida, y este lugar, otra vez en la nada!
¡Solo es la magia de esta noche!
¡No bebas! ¡No traigas el recuerdo al mañana!
¡Ambos estamos vacíos!
¡Ya ves!
¡De tanto en tanto! ¡En la magia de un sábado a la noche, recostamos nuestra historia, sobre la esquina de la lluvia!
¡Como aquella noche! ¿Recordás?
¡Estábamos abrazados! ¡La luna meciéndose sobre jazmín, me dejó adivinar el cielo en tus ojos!
¡Luego, luego el amanecer!
El fueye atraviesa el tango invadiendo todos los tiempos.
-¡Te veo, y cientos de risas rompen mis silencios!
¡No bebas! ¡Bailemos como aquella noche!
¿No ves? ¡Los muchachos rodean las mesas de billar!
¡Ríen entre bromas y gritos!
¡A pesar del tiempo, no, no han cambiado nada!
¡Vení!
¡No bebas, que al igual que aquella noche, ahora, ahora saldrán a bailar las parejas!
¿Escuchás? ¡Gime el fueye! ¡Nos invita!
¡Vení! ¡Como cuando era verano, te ofrezco mis manos!
Ella da una pitada, deja la copa y acepta.
Abrazados bailan, el fueye acelera, acelera hasta trasnocharse.
¡Murmuran algo, ríen, se acarician!
¡Por un segundo piensan que ahora es el amor! ¡Ambos, saben que no!
Apretándola contra su pecho, le dice:
- ¡Recordás, sábado a la noche, los muchachos, un billar, y de pronto estabas ahí!
¡Te tomé de la mano. Bailamos, bailamos hasta que la línea del horizonte desvaneció la magia!
¡Al igual que aquella noche! ¡Esta! ¡Está llena de vos!
Bailemos ¡Ayudame a olvidarnos, en la trágica mentira de este amor!
Ella sonríe, deja de bailar, se parta.
Retorna a la mesa, bebe hasta vaciar la copa.
Acercándose la retoma entre sus brazos.
¡Besame! ¡Besame el recuerdo de aquella noche! ¡Guardado aquí, en el azul silencio de la adolescencia!
¿Recordás? ¡Cuando amaneció, estábamos abrazados junto al viejo portón de los jazmines!
¡Ambos buscamos la incumplida cita!
¡Ya vez! ¡Esta noche inventamos el licor, el baile y la música para saldar aquel tiempo de verano!
¡Que no se caiga! ¡Que no termine este amor, me dijiste aquella noche que se embriago de ausencias!
¡Que no termine! ¡Que no se caiga este amor, repetiste cuando el amanecer borró la esquina que nos unió!
¡Que no termine este amor! Repite su mente, una y otra vez.
Cruza la solitaria calle, los semáforos guiñan olvidos rojos, verdes y amarillos en cada esquina.
¡Si! ¡Aquellos días, la muchachada, el baile, la caminata junto a la escollera, el beso! ¡Cuando amaneció estábamos junto al portón de los jazmines! ¡Era verano!
¡Si!
¡Están todos! ¡Vienen desde el espejo. Desde el fondo de sus ojos!
La avenida, refleja la estática ciudad.
Suena la música.
Acelera la velocidad, mientras repite:
-¡Te busco! ¡Te busco en medio de esta vacía ciudad!
¡En los brazos de esta noche llena de vos!
¡Te busco en cada calle, en cada esquina, entre esos letreros que titilan y titilan!
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