"La imaginación está hecha de convenciones de la memoria. Si yo no tuviera memoria no podría imaginar". Jorge Luis Borges

miércoles, 27 de julio de 2011

Más allá de la ciudad

Más allá de la ciudad

(Versión guionada para Teatro)

Estrenada en la Bodega del Café Tortoni de la Ciudad Buenos Aires
 Cancionista: La  Actriz, Marta Martín
Narrador: Locutor, René Cottini



Narrador:
-En “La Mira”  ¡Dale! … Nos encontramos en “La Mira” ¡Si!... ¡si! Comemos algo  mientras ajustamos detalles.
Continué la conversación telefónica sin bajar la vista del horizonte. Estábamos a pocos kilómetros. El micro aceleraba rumbo al parador.
Sobre la lejanía, se recostaban las humeantes chimeneas contra el nublado cielo Nicoleño. Campo y chimeneas. Ya llegaba.
Luego del almuerzo, cruzamos rápidamente la plaza Mitre  hacia el coche. La llovizna tornaba más silenciosa la ciudad.
Estaban sobre el final del programa cuando llegué, Mario y René, me hicieron la extensa nota por la radio.
La lluvia continuaba adormeciendo la tarde, cuando concluido el programa, nos dirigimos directamente al Augustos. Disfrutamos de un largo y conversado café.  
Desde la confitería  pude presentir el atardecer,  entre los dispersos nubarrones, desangrando  rojos, amarillos y lilas.
Luego, por De la Nación, comenzó el incesante desfile de coches, en la nostalgia del sábado a la noche.
Desde siempre, la noche del sábado es muy especial para mi; me da la sensación que se aquieta  el tiempo, que el silencio toma cuerpo, y con él, infinidad de veces, me he sentado a conversar en la mesa de algún bar.
Entre café y café llegó la hora de la cena. Sábado a la noche “pizza” y nuevamente a la “La Mira”. Delia, René y Juanca, narraron  anécdotas de  idílicos tiempos, de un San Nicolás que ya no está.

Cuando nos despedimos. El estrellado cielo, permitía reinar a la  inmensa luna.  
Colgué sobre mi hombro el bolso azul, lentamente me dirigí  hacia esos lugares llenos de fantasmas, creados por las narraciones oídas y mi imaginación.
Crucé la plaza Mitre, el reloj grande marcaba la una de mañana. Tomé por Sarmiento, continué una, dos, tres calles rumbo al viejo boliche.
La vi acercarse lentamente. Con distraída sonrisa me dijo:

Cancionista:
- ¡Venga! ¡Es por aquí!
Narrador:
Caminamos unos metros y comentó:
Cancionista:
-¡Sabe don!…Ya estamos en el borde, a unas cuadras de aquí está la nada, y después… ¡después el olvido!
Narrador:
Yo sabía que estaba más allá de la ciudad.
La mortecina luz,  iluminaba fugazmente una parte de la vereda.  Oí murmullos, risas dispersas,  aplausos  y luego, la rasposa voz entonando un viejo tango.
Sentí,  como uno podía hundirse en sus propios arrabales.
Cancionista:
-Hay sonidos que pertenecen a la lejanía de la noche…y terminan fundiéndose en el alma.
Narrador:
Me dijo, entrecortando una sonrisa. Luego,  me contó algunas cosas que  me eran conocidas.
¡Si! yo había estado aquella noche,  no recordaba cuando había sido…
Cancionista:
- Cuando pasa tanto tiempo, es como que la cosa le pasó a otro, es ajena a nosotros.
(Sonríe)
- ¡Siéntese!
Narrador:
Humo, cigarros, alcohol…
Con la palma de la mano, desempañe el vidrio de la pequeña ventana, pude distinguir la inmensa noche.
La luz de la esquina, mal iluminaba el paisaje de arboledas, recostando las sombras  sobre descascaradas paredes.  
¡Nunca supe porque me contó esa larga historia!
Cancionista:
(Levanta la copa, bebe. Dos pitadas al largo cigarrillo, intenta  una sonrisa)
- Después… después jugábamos en el callejón,  es decir, la prolongación del patio sin fronteras.  Cuando la noche se deslizaba de árbol en árbol,  aprendimos  a pecar en silencio, casi al descuido de un padre borracho y una madre ausente.
Después,  él se perdió.  Recuerdo la lluvia, corrí, cuando se fue ¡yo lo corrí! y la solitaria esquina, solo me mostró barro y zanja. Quedé parada en medio del silencio y sus misterios. 
(Bebe. Señalando)
-¡Mozo, otra vuelta! 
(Mira a su alrededor. Sonríe irónicamente)
-Algunas veces lloré… hasta que un día, me di cuenta que él, solo me había quitado un poquito las ganas de reír  ¡No, el honor de ser quien soy!
Son calles  de un tiempo que no quiero recordar. Minas,  cirujas,  la tardía bohemia de un barrio pobre.
¡Aquí!  en este lugar, se juntaba el último tango y los gorriones.
Agonizaba el último tango, recostado en los chamuyos del quejoso bandoneón,  y la patrona, en la cocina, dale que te dale, ya había preparado las bandejas, una al lado de la otra, estaban sobre ese mostrador. Cuando al amanecer, los trabajadores,  venían a buscar el sanguche en su apurado paso hacia el puerto. Eran  lanchones que se hundían, allá ¿Ves? donde se pierde la noche.
(Vacía la copa, ríe)
-El Santiago y yo, jugábamos  con las patas en el barro, ¡descalzos! ¡Siempre descalzos! 
¡Jugábamos la tarde entera! ¡El, hacia jugadores de papel!
¡Miles de partidos jugaban sus muñecos de papel, entre la zanja y el ligustro!
Caía la tarde y continuábamos jugando…. ¡El Santiago, siempre corría detrás de la pelota!
Se sentaba entre los jugadores de papel, y cientos de partidos ¡se perdían en su mente, entre el barro y el ligustro!
(Bebe. Golpea la mesa con el puño)
-¡Mirá que me acuerdo ahora!
Esa larga calle de tierra. El zanjón, el ligustro, la esquina, el alambrado.
¡El santiago! ¡el barro! ¡y nosotros en patas! (ríe fuerte) ¡los jugadores de papel!
Me río, porque no sé que es lo que quiero contante, ¡que quiero reinventar!
¡No sé que estoy buscando!
(Susurra)
-Es que a veces ¡llueve sobre el olvido!... ¡y se me transforma en ausencia!
(Breve silencio)
-¡Si!  Corríamos  hacia el río con el Santiago. Siempre andábamos en patas chapaleando el barro,  como dominguera cancha después del chaparrón.
(Abruptamente al narrador)
¿Donde estará?  ¡El Santiago!  ¿Donde estará? ¡No lo vi más!
Era él y un montón  de muñecos de papel, jugadores, que en infinidad de partidos se convertían en crak y ¡Gol! (ríe muy fuerte) ¡Gol!
(Brevísimo silencio. Se acerca al narrador)
-Se perdió  en la inmensidad de la calle que se recuesta contra el terraplén, al silbido lejano de algún tren.
¡Si ¡Se perdió en alguna esquina de mi vida. De esas mal iluminadas por la lejanía del tiempo!
¡No! ¡Al Santiago no lo vi más!
(Va hacia su mesa. Antes de llegar gira)
-Los conocí a todos… Anduve por estos lugares,  suburbios llenos de conventillos y cuartos baratos de pensiones  absurdas. Casas humildes… y así, un día, sin darme cuenta, atardeció y doblé cualquier esquina. 
(Señalando al narrador)
-¡Vos te acordás!  ¡Vos estuviste aquella noche!... ¡todos estuvimos!
Narrador:
La miré sin comprender qué me cedía.
Al otro extremo del salón, el rubio, cantaba en medio del gentío que lo victoreaba sin cesar.
Cantó largo rato, su extrema juventud lo hacia más irreal. Ella, no cesaba de mirarlo, sonreía. Sé levanto, fue hacia la pista, deslizándose entre la gente llegó hasta él.
Tomándolo del brazo lo llevó hasta su mesa Se sentaron. El, sonriendo intentaba comprender que le decía…

Cancionista:
-Aquella noche, tu lejana sombra estaba junto a mí. Estabas aturdido en el fugaz brillo de una larga copa de champán.
¿Recordás como me reía? es que cuando vos llegaste ¡yo ya tenía varias citas en mis labios! Pero cuando te vi, supe que no habría ninguna más.
¡Te miré a los ojos! ¡Y me hundí en el cielo de todos los veranos!
Después varias copas, y en tu idioma entremezclado cantaste, tarareabas la canción.  
Nos abrazamos y cantamos ¿¡Recordás la canción!?  (Tararea la melodía)
Cantamos  y bailamos,  giramos y giramos en la pista  ¡Después! Después nos amamos, uno, otro y otro día ¡Tanto! Nos amamos,  que ¡Me creí! ¡que yo era alguien!
¡Tus besos me lo hicieron creer!
¡Después! te fuiste, eras una quieta ausencia que de tanto en tanto abría sus ojos.
Hoy,  cuando te vi llegar, creí que no eras vos, después cantaste la canción y te reconocí.
¡Es que estamos reinventando el tango! ¡Tanto silencio! ¡Y nuevamente el tango!
(Ríe, intenta abrazar al cantante. Este, gentilmente elude la situación) 
-¿Te acordás? ¡Yo estaba cantando! ¡Te fuiste mientras yo cantaba!
¡Después, se dispersaron los pedazos de la noche en tu búsqueda!
Al regresar ¡todas ellas reían! ¡El trompa  reía! ¡Me miraban y reían!
Narrador:
Él cantante debía continuar su actuación,  ella lo retenía, vi todo. Amablemente, el cantante le explicó que estaba equivocada, confundiendo personas y tiempos.
Cancionista:
-Sabés que, es como querer limpiarse de muchas cosas.
Pibe,  lo pensé, pero prefiero dejarlo así, ¡porque vería la verdad! ¡y perdería la magia que me mantuvo todo este tiempo!
Uno se teje un corazón duro, lo prepara para el olvido. ¡Pero la desnudez se siente pibe! Uno se entrega ¡y la desnudez se siente!
Sabes, después que te fuiste, el boliche ya no era un lugar  ¡todo era una sensación!
Tu ausencia me dejó  sin rincones propios, ¡Todos! ¡Todos te los habías llevado!
Narrador:
El cantante intentaba soltarse, ella lo retenía fuertemente entre sus manos.
-Debo cantar, le dijo… -por favor Señora ¡suélteme! -debo cantar ¡Ud. está confundida Señora!  Ella sin soltarle las manos le dijo:
Cancionista:
-Mira pibe,  uno puede abandonar la búsqueda, hacerse el distraído, ¡pero olvidar! ¡jamás!
Mis noches, pibe, no son distantes ni lejanas ¡Todas! ¡Todas  son ajenas!
Pero hoy estas aquí, ¡has regresado!
Aquella noche  me dijeron que habías zarpado,  Que el barco ¡tu barco! ¡Había zarpado al amanecer!
-Después ¡después de patio en patio aprendí a olvidarte! ¡Quise aprender a olvidarte! y ¡Minga de milonga y percal! Como dice el tango ¡¡¡Minga!!! ¡Todo  era dolor y ausencia! ¡Día tras día deambulé por estas calles rumbo al puerto, una y otra! ¡vez giré y giré la rotonda! ¡Cientos de veces crucé las vías! Cafetines y tugurios,  caña, cigarros, algún borracho pulsando mal la guitarra, y siempre ¡siempre! ¡Ese denso olor a frito!
¡Salía!  Caminaba hasta que me perdía en la loma y la ribera. ¡Allá entre las arboledas, las grúas, chimeneas  y  puerto! ¡Una, otra, y otra tarde! ¡y a la noche, nuevamente aquí!
Estabas ausente en medio de la inmensidad ¡por eso! ¡Y solo por eso! ¡todas!  ¡y cada una de las noches, pedí esa canción! ¡La  canté una y otra vez,  para que la ausencia no llegara!
¡Y ya vez!  ¡No fue en vano!  ¡Te busqué tanto,  que finalmente te traje al presente!
Narrador:
Él cantante, soltándose bruscamente  de sus manos se alejó. Abriéndose paso entre la gente  llegó a la pista y cantó, tango tras tango.
Ella lo seguía  con la vista. Al pasar un mozo  le dijo:
(Señalando al cantante)
-¡No me enoja que no quiera decirme la verdad! Solo me entristece. 
¡Sabe que lo esperé! ¡Eso lo sabe! Y teme, ¡teme decirme que me ama!
¡Teme aceptar que me extrañó!
Sabe que lo guardé ¡aquí! ¡Muy adentro de mi memoria!
Narrador:
Una fuerte ovación dio por finalizado el recital del cantante, quien agradeció varias veces al público. Al retirarse, pasó frente a la cancionista.
Cancionista:
-¡Que me importa que me niegues que sos  vos! ¡Si estás en todas partes!
¡Dale, vení!    ¡Estamos como al principio, como aquella noche,  solos los dos  y allá la mesa!
(Estira sus manos para atraerlo)
-Te acordás la canción, (La tararea) ¡Dale vení!
(El cantante, sin detenerse, se aleja sonriendo) 
-¡Maestro!  ¡Maestro! ¡Ese tango por favor!

¡Ese tango! ¡Para que el olvido no llegue!

Mota: Sí, no cabe duda, esa esquina es mágica. Me demoré unos segundos más frente al viejo bar. Recordé la anécdota que  René había narrado, durante la cena, para que finalmente me entere de todo lo sucedido, en el mítico Bar el Angelito.

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