"La imaginación está hecha de convenciones de la memoria. Si yo no tuviera memoria no podría imaginar". Jorge Luis Borges

viernes, 20 de octubre de 2017

¡Allá! Por Irala

Un boceto de Roque Vega

¡ALLA! POR IRALA
Roque Vega

A lo largo del murallón susurran los fondines.
Los barcos se reflejan en la silenciosa bruma de los tiempos.


Acelera el paso dejando atrás somnolientas calles. Dobla la esquina hundiéndose en la estrecha calle del recuerdo; habitado por fantasmas de changarines, marineros, malevos y  chabones  abrazados a minusas  de boca despintada por tanta risa inútil.
Cruza Pedro de Mendoza. A través de los cristales del viejo bodegón, cuatro  muchachos dejan presentir  la risa. Una pareja chamuya indiferente mientras alza los larguísimos tallarines. Mantel de papel y dos groseros vasos de vino cierra  la escenografía. Improvisadas parejas  bailan  usando todos los cortes y quebradas, antes que el amanecer destiña la noche.
-¿¡Sexta Don!?  Pregunta el pibe,  escondiendo los ojos entre el flequillo y una cuadriculada visera. No llega a responder, la sexta y el pibe desaparecen.
De un salto cruza las ocho esquinas de Brandsen, inventadas por la lluvia.
-¡¿Flores, señor!? ¡Siempre gustan! No se detiene, queda con la imagen de la mujer flotando en su mirada.
Suarez al fondo. Rojas luces  reflejan  sobre el empedrado.  Se recuesta contra el viejo portón. El recuerdo de la melodía se le hace murmullo en las trasnochadas figuras que no están.
Entra al boliche. Las mortecinas luces  reflejan guturales risas.
-¡Buenas!- Saluda sin que nadie responda. Cruza entre las mesas  hacia el mostrador; un viejo estaño de memorias acodadas.
Domina el ambiente el mascarón  de proa  de un barco negrero ¡Pagano altar a un dios impiadoso! ¡Cientos de copas lo adoran. Todos, borrachos de añoranzas recitan frases incoherentes! El iluminado mascarón, con la vista nublada de infinitos, intenta aun,  encontrar su orilla.
Hacia un costado, el piano repite monótonas melodías.  El gordo le hace paso señalando el mascarón: -¡Adelante! ¡Acérquese que no muerde! Dice soltando una desafinada  carcajada. ¡Acérquese, hombre!  Lo invita la mujer; dibujando burlona y  lasciva sonrisa, mientras vacía su copa.
-¡Acérquese. ¡Están todos perdidos en  nostalgias! ¡Buscan!  ¡Buscan lo que ya no está!
Abriendo paso se dirige hacia la puerta.  Una muchacha lo toma por el brazo. Desliza una picara mirada señalando sus encantos.
El tango embriaga el lugar. Suarez y Necochea gira entre sus brazos. ¡Bailan! ¡Bailan  como si nunca hubiesen dejado de hacerlo. Mientras  el melancólico fueye apoyado a las violas continúa interpretando tiempos!
Sale del bodegón.  El Tancredi,  El Royal, El Dante, La Marina, La Popular ¡Cerrados!... La lluvia zigzaguea  a cada paso la evocación de gritos y silencios en la lejanía de la cancha.
Danzan los faroles al son de la nocturna brisa embriagada de barcos, muelles, corralones y verjas oxidadas de olvido; aferradas al sueño de alguna enredadera.
¡El río trae el sonido! ¡El Río confirma que hay  música!  ¡Música y risas!
Apresura el paso…Vuelta de Rocha… Caminito… Plaza Matheu…
Se acerca. Entreabierta la destartalada puerta  del convento deja presentir el patio. Ropa tendida, el piletón, macetones, el parral y las dos higueras ¡Están todos!  ¡Sillas y más sillas en redondo  al patio viejo! La rusa, el tano, el polaco, el turco y   la gayega. Los pibes corren detrás de la pelota.
Al girar la vista, florecen las enredaderas en el chamuyo de cada compadre. Se ilumina la ventanita de la zapie del frente, la que da a la vida,  es decir a la larga calle sin esquinas para beberla toda de un tirón.
Sonríe ¡Todo es macana! ¡Todo esto es macana! ¡Son nuestros anhelos  que giran sin cesar a la orilla de este río, que creó la ilusión con forma de danza!
Sale del conventiyo.
Se mira en el espejo de su reloj: ¡Está! ¡Está la fogata de Irala y Lamadrid!... ¿O es la fragua de Menghi acuñando dioses?... ¡A la derecha Stagnaro, a la izquierda Filiberto, en el centro de la Plaza Quinquela inventando un puerto! ¡Pinturas, colores, melodías que giran y giran  para que cada uno de nosotros pueda escribir, contarle al mundo de esta ribera!... ¡De la mano de Stagnaro buscar a Quintela para pintar calles, esquinas y puerto! ¡Y una tarde cualquiera, entre barcos, chatas y viejos corralones,  junto a Juan de Dios, componer la quebradiza música de esta orilla sin fin, aferrada a cada una de nuestras esquinas.

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